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viernes, 21 de noviembre de 2014

TERCERA SUGERENCIA PARA ESTUDIAR LA BIBLIA



III. APRENDA DE MEMORIA PASAJES SELECTOS


Esto no es tan difícil como algunas personas se lo imaginan. La mente humana tiene una maravillosa capacidad para la retención siempre y cuando se siga un procedimiento adecuado para aprender.
Póngase la tarea de aprender cuando menos un nuevo texto cada semana. Para principiar, escoja un texto relativamente breve. Habiendo escogido el texto, divídalo en sus partes naturales (éstas son indicadas por los signos de puntuación) y vaya por partes. Lea la primera parte del texto varias veces, procurando repetirlo de memoria después de cada lectura. Siga haciendo esto hasta que logre repetir esta parte del texto completa­mente en forma correcta. Pase luego a la parte siguiente, leyéndola y repitiéndola hasta aprenderla bien. Luego repita las dos partes juntas antes de proceder al aprendizaje de lo que reste. Siga este procedimiento hasta poder repetir al pie de la letra el texto entero, juntamente con su respectiva referencia. Cuando lo pueda repetir todo, entonces escríbalo para fijarlo todavía mejor en la mente. A la siguiente semana, antes de iniciar el aprendizaje de un texto nuevo, repase bien el texto que ya tiene aprendido y luego proceda con el nuevo como lo hizo con el primero. A la tercera semana, repase los dos textos ya aprendidos antes de empezar con el siguiente. De esta manera, en un año se habrá aprendido un mínimo de cincuenta y dos pasajes selectos de la Biblia.
El 25 de noviembre de 1966 apareció en la revista Christianity Today el testimonio de un pastor norteamericano respecto a un beneficio sorprendente que él había recibido de su disciplina personal en el aprendizaje de porciones extensas de la Escritura. Oigamos su relato.
"Una noche, hace pocos años, regresé solo a casa después de mis vacaciones de verano. Mi esposa e hijos se habían quedado atrás para disfrutar de unos días adicionales de descanso. Al entrar en la casa quise prender la luz, pero no había corriente. Busqué fósforos y encendí una vela. Ya estaba listo para llamar a la compañía de luz para reclamar la falta de servicio cuando observé que la tapicería de la silla en que estaba sentado estaba acuchillada. Sobresaltado, miré hacia una ventana y vi que las cortinas estaban hechas trizas.
"Vela en mano, me fui de cuarto en cuarto. La situación iba de mal en peor. Absolutamente todo había sido acuchillado. Grandes tajadas habían sido cortadas en los muebles. La ropa colgaba de sus ganchos, pero estaba en tiras nada más. Los colchones tenían profundas cortaduras en forma de cruz. No había cosa que hubiera quedado ilesa.
"Llamé a la policía. Los detectives tardaron como una hora para revisar los daños y me dijeron que se trataba sin duda de una pandilla de vándalos juveniles. El agente de seguros me avisó que lamentablemente mi póliza no contenía nin­guna cláusula que me protegiera de las pérdidas sufridas.
"Ya solo, me subí a la recámara. Al acostarme sentí el filo cortante del colchón donde había sido acuchillado en forma de cruz. Mis nervios estaban por estallar. Entonces cerré los ojos, y pro­nunciando paulatinamente cada palabra, empecé a repetir de memoria los pasajes bíblicos que sabía: el Salmo 1, el Salmo 23, 1 Corintios 13, Juan 14, el Salmo 46, el Salmo 90, el Salmo 91, Apocalip­sis 1, el Salmo 122. Tuve que repetir mi repertorio dos veces, quizás tres. Pero entonces me dormí profundamente hasta el alba."
La repetición pausada de pasajes bíblicos que sabemos de memoria no sólo puede curar nuestro insomnio, sino —como lo comprobó el mismo Señor Jesús (Mat. 4:4, 7, 10) nos proporciona las armas con que derrotar a Satanás en la hora de la tentación. Pero tal vez el beneficio más importante de todos es que nos ayuda a meditar. Y esto nos trae a nuestra siguiente consideración.

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