Translate

viernes, 21 de noviembre de 2014

CUARTA SUGERENCIA PARA ESTUDIAR A BIBLIA



IV. MEDITE LO QUE LEE


La meditación ha sido llamada "digestión espiritual". Es el proceso mediante el cual el significado de nuestras lecturas (o de nuestra observación) es asimilado y convertido en fibra moral y espiritual. Algunos pasajes que inculcan este deber, que señalan las esferas de su operación y que ensalzan sus beneficios son: Josué 1:8; Salmo 1:2, 3; 19:14; 104:34; 145:5; Hageo 1:5, 7; Lucas 2:19.
En relación con esto, parece que nuestro prin­cipal problema es que no sabemos meditar. Vivimos vidas tan agitadas que nos es sumamente difícil disfrutar de la calma necesaria para reflexionar. Hemos llegado a pensar que la meditación es un lujo en vez de un artículo de primera necesidad.
Pero hay cuando menos dos cosas que pode­mos hacer para remediar esta situación. La primera es aprovechar los paréntesis que se abren en nuestra rutina diaria para repasar detenidamente los pasajes bíblicos que nos hemos apren­dido de memoria. Tales paréntesis son los momentos que pasamos en los transportes urbanos, los ratos  que  nos  hace  esperar el  amigo con  quien tenemos una cita, el tiempo que gastamos haciendo cola para pagar una cuenta o para cobrar un documento, o aun los instantes que nos hace demorar el cambio de luces de un semáforo. Demos gracias a Dios por estos paréntesis (1 Tes. 5:18; Ef. 5:20) y gocémonos en el refrigerio espiritual que nos pueden proporcionar —si es que los aprovechamos de la manera indicada.
Aún más importante, sin embargo, sería que aprendiéramos a combinar la meditación con nuestro estudio diario de la Palabra de Dios. Esto limitaría la extensión del pasaje que podríamos estudiar, pero nos permitiría profundizar mucho más en su significado. Como ejemplo tomemos a Marcos 2:1-12, la historia del paralítico sanado por Jesús. Después de leer cada unidad de pensamiento, detengámonos para meditar. El resultado podría ser como sigue.
Primera unidad de pensamiento: "Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa."
Meditación: Señor, cuando llegaste a aquella casa la gente se dio cuenta de que estabas allí. ¿Se darán cuenta de que estás aquí en esta casa donde vivimos mi familia y yo? Perdónanos la debilidad de nuestro testimonio. Date a conocer, Señor, por medio de nuestro hogar.
Segunda unidad de pensamiento: "E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra."
Meditación: ¡Qué atrayente es la presencia de Jesús! Señor, manifiesta tu presencia en nuestra iglesia para que las bancas no sigan tan vacías. Y da a nuestro pastor un verdadero mensaje de tu Palabra para satisfacer las necesidades de los que asistan. Tercera unidad de pensamiento: "entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro."
Meditación: ¡Qué ejemplo tan inspirador el de aquellos cuatro hombres! Se compadecieron de la condición de su amigo paralizado y combinaron sus fuerzas para llevarlo a Jesús. ¡Oh, Espíritu Divino que moras en mi corazón, concédeme una porción más grande del amor de Dios para que yo también me compadezca de los perdidos que me rodean! Te doy gracias por mis hermanos que ya sienten esta compasión, y te prometo unirme con ellos en un esfuerzo común por llevar estas almas a Jesús. Cuarta unidad de pensamiento: "Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico." Meditación: ¡Qué persistencia tan admirable! Señor, perdóname las veces que me he desanimado a causa de los impedimentos con que he tropezado. Dame esta misma persistencia para que sea firme y constante, creciendo siempre en la obra tuya. Quinta unidad de pensamiento: "Al ver Jesús la fe de ellos. . ."
Meditación: Señor, como viste la fe de aquellos cinco hombres, ves también la mía. Sabes que a veces vacila.
Como el padre del muchacho endemoniado tengo que orar: "Creo, Señor, ayuda mi incredulidad." Sexta unidad de pensamiento: "Dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados." Meditación: La necesidad física del paralítico era patente para todos, pero para Cristo era aún más patente su necesidad espiritual. ¡Más que la salud de su cuerpo le hacía falta el perdón de sus pecados! ¡Oh, Cristo, ayúdame a tener siempre presente que la nece­sidad más grande de las personas con quienes yo tengo que tratar es precisamente ésta: el perdón de sus pecados!
Séptima unidad de pensamiento: "Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?" Meditación: ¡Pobres escribas! Cegados por sus prejuicios, no podían comprender que estaban en la presencia de Dios hecho Hombre. Padre amoroso, líbrame de los prejuicios. No permitas que mis ideas preconcebidas me cieguen a la verdad. Dame siempre un corazón abierto para ti.
Octava unidad de pensamiento: "Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones?"
Meditación: Te alabo, Cristo, por tu perfecto conocimiento del corazón humano. Yo no me conozco a mí mismo, pero tú me conoces todo. Por tanto, me llego a ti para orar como el Salmista: "Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;  pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno."
Novena unidad de pensamiento: "¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda?" Meditación: Claro está que lo más fácil era lo primero, porque esto estaba en la esfera de lo invisible, mientras que lo segundo estaba en la esfera de lo observable.
Décima unidad de pensamiento: "Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados. . ."
Meditación: Aquí Cristo indica que quería que supieran que él tenía potestad (autoridad) en la tierra de perdonar pecados. Y puesto que sólo Dios puede perdonar pecados, esto significa que Cristo quería que supieran que él es Dios. ¡Oh Cristo, tú sí eres mi Dios y mi Señor!
Undécima unidad de pensamiento: "(Dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos."
Meditación: Cristo demostró que tenía autoridad para perdonar pecados por el milagro de sanar al paralítico. En otras palabras, la evidencia de la reali­dad del perdón era un cambio visible obrado en la vida del hombre perdonado. Así es siempre. ¡El hombre perdonado es un hombre visiblemente cambiado! Duodécima unidad de pensamiento: "De manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa."
Meditación: Yo también te glorifico, oh Dios, por las vidas cambiadas que he visto —pruebas irrefutables de tu amor y gran poder. Y te pido que nos dejes ver más de esta gloria tuya. Concédenos un movimiento evangelístico que cambie multitudes de vidas, para que una vez más la gente se asombre y te reconozca como el Dios viviente y único Salvador.
En el ejemplo dado arriba se observa que cada unidad de pensamiento es analizada. Luego, con la excepción de la novena unidad, el análisis conduce a una aplicación práctica. En la mayoría de los casos la aplicación se hace a la vida personal del lector. En un caso, sin embargo (la segunda uni­dad), la aplicación es para la congregación de la cual el lector es miembro. Y en las últimas dos unidades la aplicación es general, para todo el pueblo de Dios.
Las aplicaciones generalmente se expresan en forma de oraciones, y en éstas Dios es invocado a veces como Padre, a veces como Hijo y otras como Espíritu Santo. Además, las plegarias contienen todos los elementos de la oración cristiana: alabanza, acción de gracias, confesión, intercesión y petición.
No quiero dejar la impresión de que es nece­sario que uno siempre formule sus meditaciones por escrito. Por regla general no habrá tiempo para tanto. La idea es más bien la de insistir en el cultivo habitual de la práctica de analizar lo que leemos en la Biblia y de aplicar las verdades así descubiertas a nuestra propia vida por medio de la oración. Si así lo hacemos, no tardaremos en compartir la experiencia del profeta Jeremías: "Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón" (Jer. 15:16).

No hay comentarios:

Publicar un comentario